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Dios es misericordioso

El arrepentimiento, el ayuno, la oración, el clamor, cambian la decisión de Dios

19/10/2017

Por: Bishop Roberto Santana


Dios es misericordioso
FOTOGRAFÍA: Eduardo Pinto

Jonás 3.5 dice que los de Nínive creyeron a Dios, escucharon la predicación. Desde el mayor hasta el menor, ellos ayunaron y se humillaron. Cuando los de Nínive creyeron, Dios estaba decidido a acabar con ese pueblo. Jonás fue enviado a predicar para ellos diciendo que, en 40 días , la ciudad sería exterminada. La decisión de Dios se debió al mal comportamiento, a los malos ejemplos que aquella ciudad presentaba. Cuando lo supo, el rey, la mayor autoridad de la ciudad, salió del trono, se despojó de sus trajes caros, se cubrió de silicio y se humilló en las cenizas. No son todos los reyes que tomarían esa actitud. Cuando el rey supo sobre ese asunto, dio órdenes que nadie podía comer ni beber, hombre ni animales, todos necesitaban ayunar. El rey sabía muy bien cuan grande es Dios. Dios ya había determinado que iría acabar con la ciudad, pero la oración y el ayuno hicieron que Dios se arrepintiera de lo que iba a hacer con esa ciudad. Incluso usted, viviendo en situaciones de pecado, si toma una actitud y se arrepiente, Dios es poderoso para revertir todo eso. Con mucha oración, mucho ayuno, mucha humillación, sentándose en las cenizas. Desde allá, Dios te erguirá y te exaltará. Dios no es hombre para que mienta, ni hijo de hombre para que se arrepienta. Dios no siente placer en la muerte del pecador, sino siente placer en el arrepentimiento del pecador. Muchas de las situaciones que pasamos son resultado de conductas rebeldes que asumimos. En el momento en que erramos, si no arrepentimos, con todo nuestro corazón, con toda nuestra alma, Él es poderoso para revertir todo, porque Él es Dios. Ningún hombre entiende porque Dios está siempre sorprendiéndonos. El propio Jonás no entendió el arrepentimiento de Dios con la ciudad de Nínive . Él quería que Dios cumpliera lo que Él había dicho. Él se quedó enojado, infeliz, bravo. Jonás todavía oyó en su tierra que debería ir a Nínive y decir que Dios eliminaría la ciudad del mapa, pero en vez de atender la orden de la voz de Dios, huyó para Tarsis, porque sabía que Dios es misericordioso. Dios se arrepintió porque hubo humillación, ayuno, arrepentimiento y clamor. Poco importa quien usted es, si usted clama de corazón a Él, Dios apaga su pasado y, de ahí en adelante hace todo nuevo.

Tal vez su falta de conquista sea resultado de un error del cual usted sabe, pero si usted se arrepiente con el alma, no de la boca para afuera, Dios lo atenderá. El rey no se vistió de sacos y se sentó en las cenizas para nada, él lo hizo con el alma. Si usted y yo fingimos , Dios lo sabrá, porque Dios lo sabe todo.

Tenemos que asumir la identidad de cristianos, de hombres y mujeres de Dios y si el arrepentimiento es del alma, con clamor y ayuno, Él escucha y hace todo diferente. Para poder vencer, la primera victoria tiene que ser sobre nosotros mismos, porque nosotros somos nuestros peores enemigos. Algunos de nosotros declarando nuestra propia derrota. Hay solución y salida para usted mientras esté respirando, deje de ser negativo y declare en Jesús su victoria, tome una actitud. Humanamente, era imposible que hubiera una salida para Nínive. El rey Ezequías sufrió lo mismo sobre la profecía de Dios entregada por Isaías, que él moriría. Una cosa es oír de un hombre, un medico, otra persona, que usted morirá. Otra cosa es Dios decírtelo. Aparentemente, no hay salida. No existe nada arriba de Dios, a quien Ezequías podría recurrir si no al propio Dios que dijo que él moriría. Ezequías oró a Dios y éste recibió de Dios la orden que volviera donde estaba Isaías para decirle que él viviría 15 años más. Nada fue perdido, nada está perdido. Usted piensa que Dios no lo escucha, no lo ve, sepa que fue Dios quien mandó al hombre de Dios a hacer eso por nosotros, un ayuno de vencedores. Ayunar para vencer, para mover el corazón de Dios a su favor y a mi favor. Si usted se humilla delante de Dios , en el tiempo cierto, Él lo exaltará. Tal vez algo acurra con nosotros, permitido por el propio Dios, pero si nos arrepentimos, Él puede cambiar eso, porque Él no siente placer en la muerte del pecador, sino en el arrepentimiento del mismo. No basta apenas humillarse, es necesario orar, ayunar, clamar y cambiar su vida, arrepentirse de su error, no hacerlo más. Es un conjunto. Cuando ese conjunto existe, existe perdón y transformación. Esa es la verdadera conversión. Con ella, Dios es poderoso para darnos una nueva oportunidad.

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"Pero sea su hablar, ‘sí’, ‘sí’, y ‘no’, ‘ no’. Porque lo que va más allá de esto, procede del mal[a]."

(Mateo 5:37)
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