Aprenda a perdonar
Si no perdonamos , Dios no nos perdonará
30/08/2017
Por: Bishop Jorge Pinheiro
En Mateo 18.23, Jesús dice que el Reino de los Cielos es como un rey que tenía muchos siervos y decidió que todos deberían hacer cuenta de lo que ellos hacían. Llegará un momento en que todos nosotros tendremos que hacer lo mismo: lo que usted hizo con su vida, usted tendrá que dar cuentas a Dios de sí mismo. Ninguno de nosotros nos hicimos solos o auto- existimos, Dios nos dio el don de la vida. Aquel siervo debía diez mil talentos. Un talento valía 6 000 denarios, entonces la deuda de él era de sesenta millones de denarios, siendo que un denario era el pagamento de un día de trabajo. La deuda de ese hombre era impagable y así también es nuestra deuda con Dios, pues el salario del pecado es la muerte, todos nosotros moriríamos. El siervo pidió clemencia, perdón, diciendo que pagaría después, pero el rey sabía que no recibiría de nuevo lo que le prestó. El rey se compadeció y perdonó la deuda de aquel hombre. Hasta hoy, Dios es así, Él se compadece y perdona nuestras deudas, nuestros errores y pecados, cuando pedimos la ayuda y el perdón de Dios. Saliendo de la presencia del rey, aquel siervo se encontró con un consiervo que le debía cien denarios. Equivalente a tres meses de trabajo, un poco más. Aquel siervo que salió de la presencia del rey no actuó como el rey, agarró al que le debía por el cuello, sofocándolo y exigiéndole que le pagara.
Cuando Jesús nos perdona, Dios nos da ejemplos de cómo perdonar. La deuda del siervo era impagable; pero la deuda del consiervo era pagable. El siervo no quiso perdonar al consiervo y lo colocó en la prisión hasta que saldara su deuda. Dios perdonó al siervo, pero él no perdonó.
Los compañeros de él, al ver lo que el siervo había hecho, fueron donde estaba el rey y le contaron lo que había pasado. Ellos se quedaron muy tristes porque vieron que el amigo había sido perdonado de una deuda impagable y, por una deuda risible, colocaron al otro en la prisión. No hay como escapar de la justicia de Dios, Dios lo sabe todo. El rey llamó aquel siervo de persona malvada, dejó claro que perdonó la deuda sólo porque el siervo suplicó. Con nosotros es igual, independiente del tamaño del pecado, suplíquele a Dios, porque la sangre de Jesús es poderosa para limpiar y anular cualquier pecado. Aquel rey no precisaba dar satisfacción al siervo por el castigo que le daría; pero Dios insiste en mostrar el motivo de la condena. El rey mandó que entregaran el siervo al verdugo hasta que pagara la deuda, o sea, hasta la muerte, porque el valor era imposible de pagar. Hoy, Dios está perdonando nuestras deudas, nuestros pecados y, al hacer eso, Él espera que nosotros perdonemos también a aquellos que nos deben. La mayor deuda es la que nosotros tenemos con Dios. Perdonar a su prójimo, aquel que te ofende o te debe es posible sí, y Dios espera que hagamos eso. Requiere esfuerzo, pero si queremos el perdón de Dios, la salvación y la vida eterna, tenemos que aprender a perdonar. De lo contrario, seremos lanzados en las manos del verdugo. Eso es una promesa, eso va a suceder. No será diferente con nosotros. Por eso, necesitamos actuar como Dios nos pide, perdonando, para que seamos perdonados. Y ese perdón precisa ser con el corazón. Usted precisa ejercitar el perdón, porque cuanto más usted perdone, mas fácil será continuar y dar perdón. Olvidar no es perdonar. Usted precisa librarse del mal de no perdonar.
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